martes, 16 de noviembre de 2010

Las vueltas de la vida

Hace años, de excursión de una semana a Andorra con el colegio, aprendimos a esquiar. El primer día nos separaron en grupos según nuestro nivel. A los primerizos nos pusieron en la cuesta del principio a practicar, cogíamos un telesilla y nos deslizábamos. Vista la cola que había, subí al telesilla más cercano al primero creyendo que ambos dejaban al principio de la misma pista, me equivoqué. El nuevo transporte me dejó en una pista superior, considerablemente más larga. Como no sabía un camino alternativo, la tomé intentando no caerme. A mitad de la pista, se me montó un esquí sobre otro y como no sabía frenar, pensé que la nieve del lateral de la pista sería blandita. Acabé dando vueltas por la ladera, saludando a todas las piedras con la espalda, hasta quedar enganchado en una red naranja de otra pista. Instintivamente me eché los esquís al hombro, bajé a pata y disimulé ante los profesores. ya cerca del hotel compré agua oxigenada y cuando fui a ver las heridas... Solo un corte superficial y largo en el antebrazo y la espalda llena de golpes sin sangre. Eso sí, al día siguiente, la clase de la tarde consistió en bajar la pendiente famosa y fue patética la forma de intentar convencer al monitor de que no quería bajar la cuesta, sin contar el problemilla del día anterior. Acabó llevandome casi de la mano mientras yo gesticulaba.

2 comentarios:

  1. Jajaja

    Veo que no se hizo comentarios a este cuentito.

    Normal debía ser el principio.

    Me hace reír la narración porque cuando era pequeño me metí en un río helado y desde entonces aprender a nadar para mi es una odisea.

    En recuerdo de esas aguas me llamo aguas gélidas, no he podido superar ducharme con agua fría.

    ResponderEliminar